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Los legionarios romanos, al momento de su retiro de las fuerzas, tienen por costumbre recibir una recompensa por el servicio militar cumplido, una prima otorgada por el mismísimo Julio César. Generalmente se trata de unos lotes de tierra, donde el afortunado ex soldado puede comenzar una nueva y próspera vida. En esta oportunidad, el César desea darle una lección a un legionario llamado Vermus -un borrachín incorregible-, gastándole una broma que consiste en otorgarle una aldea a orillas del mar, en Armórica… ¡La aldea de los irreductibles galos!
Quiso el destino que, por un poco de vino y pan, el regalo de Vermus quedase en manos del posadero Ortopedix, quien viaja junto a su familia a la aldea gobernada por Abraracurcix con el fin de hacer valer sus derechos de propiedad. ¡Con sólo imaginar la reacción de Buenamina ante esta situación, la diversión está más que garantizada!
El regalo del César es la primera aventura de Asterix que no fue publicada originalmente en Pilote, ya que la revista se encontraba en una época de nuevas búsquedas, con cambios estructurales, como el de pasar de la periodicidad semanal a mensual, entre otros aspectos. Es entonces que, en esta oportunidad, la llegada al lector ávido de una nueva aventura del galo se realizó de manera periódica en el diario francés Le Monde durante 1974, siendo compilada en álbum por la editorial Dargaud en ese mismo año. ¡Y con nuevo récord, ya que la tirada inicial fue de 1.400.000 ejemplares!
Como curiosidad, cabe destacar que Asterix en muy pocas oportunidades desenvaina su espada para lanzarse a la lucha. Y es aquí, en El regalo del César, donde nuestro pequeño héroe se bate en un épico duelo de espadachines con el ex legionario Vermus, rasgándole una “Z” en sus ropas harapientas, en un claro homenaje que tiene dos aspectos: en la ficción, los honores son para la dama defendida Coriza, también conocida como Zazá; y en segundo plano, Goscinny y Uderzo le brindan un guiño al personaje El Zorro (el famosísimo héroe de ficción muy habilidoso en la esgrima, que acostumbraba marcar una “Z” con su florete en las ropas de sus rivales).